Al Real Jaén en realidad esta situación no le viene grande porque ya la ha padecido antes, pero hay que decir muy alto que es injusto y repudiable
En Vitoria se han esfumado en una primera instancia los sueños de ascenso del Real Jaén. Una vez más los vicios de este deporte rey llamado fútbol, han puesto en evidencia precisamente lo peor de un deporte noble, un penalti dudoso, in extremis, echaba un jarro de agua fría a las aspiraciones de un cuadro repleto de entusiasmo y pundonor, que ha trabajado con regularidad durante la campaña para encontrarse, y no es la primera vez, en el momento casi definitivo, con una increíble decisión arbitral que sin embargo es la que resuelve la eliminatoria, y en el fondo subyaciendo la eterna sentencia de que a la hora de la verdad los equipos pudientes engullen a los humildes. Hasta el mismísimo entrenador, Manolo Herrero, que es la prudencia personificada, estuvo a punto de arrojar la toalla invadido por el desánimo y la impotencia de una sinrazón como la de haber perdido un encuentro a causa de un polémico pitido. Ha sido un duro revés para todos los componentes de la plantilla blanca, no porque en este choque tuvieran necesariamente que quedar vencedores, sino porque gente muy joven y muy capaz, confíaban en sus posibilidades y en el combate limpio en que tiene que disputarse un encuentro y no en que un penalti injustificado o razones extradeportivas regalaran los puntos y el triunfo al adversario. Al Jaén en realidad esto no le viene grande, por desgracia lo ha sufrido antes, pero hay que decir muy alto y muy claro que es injusto y repudiable, y que alguien debería actuar. Es el momento de seguir apoyando para que el ascenso, de una manera o de otra, pueda consumarse.