Jaén merece, al menos, una de las promesas que se cacarean cada trimestre, cada año, cada lustro, cada década
La política de los museos ha ido cambiando a lo largo de los años en nuestro país. Del modelo provincial se pasó hace casi dos décadas a la idea de grandes museos regionales que vertebraran las regiones y que ofrecieran al turismo y a los propios ciudadanos una visión más global de la Historia a través de sus vestigios. De esa política en Andalucía nacieron tres grandes museos: el de Arte Contemporáneo en Sevilla, el Museo Picasso en Málaga y el Museo de Arte Ibero en Jaén, que en un principio era ‘Internacional’ pero que perdió por el camino de uno de sus apellidos más ambiciosos. De esto hace ya casi una década y mientras Málaga y Sevilla llevan años disfrutando (y recogiendo beneficios del turismo) de sus museos, Jaén mira con resignación como la Junta de Andalucía y la Consejería de Cultura van dilatando en el tiempo, como con tantos otros proyectos como la Ciudad Sanitaria o la Ciudad de la Justicia, la puesta en marcha del Museo de Arte Ibero. Clama tanto al cielo el ninguneo que en este sentido está sufriendo Jaén que hasta el PSOE se manifiesta públicamente exigiendo un poco de dignidad para esta tierra sitiada desde hace años por la desidia de las administraciones. Dos años después desde que se paralizaran las obras, que se encuentran a algo más del cincuenta por ciento, las promesas se han ido sucediendo con la misma frecuencia que los incumplimientos, por usar un eufemismo y no decir engaños. Jaén merece, al menos, una de las promesas que se cacarean cada trimestre, cada año, cada lustro, cada década.