La semana se nos empieza a escapar entre las manos y el tránsito de la Virgen de la Piedad por la calle La Sangre ya se comienza a intuir
Me hablaba Aleu, el Miércoles de Ceniza por más señas, de un viejo programa televisivo en Sevilla donde se llevaron cerca de una hora debatiendo si el Domingo de Ramos era el comienzo o el fin y me quedé con esa diatriba cuando, contemplando de mañana los misterios del Desconsuelo y del Traslado al Sepulcro en los medios de ese barrio de San Mateo tan desolado y tan deseoso de recobrar de una vez y por todas los brillos de años pretéritos, me di cuenta de que era Martes Santo, de que hoy nos levantamos en Miércoles y de que la semana, aunque aún me resta vestir mi túnica nazarena como cada año el Día del Amor Fraterno, se nos comienza a escapar entre las manos, de que el tránsito de la Virgen de la Piedad por calle La Sangre, o Taxdirt como prefieran, ya se intuye y que el fin de los fines con El Resucitado nos anunciará que Dios ha resucitado y que la Semana Santa se ha vuelto a ir en un abrir y cerrar de ojos y que habrá que esperar al 9 de abril de 2017 para que de nuevo sea Domingo de Ramos, aunque aún el próximo año habrá cofradías en la calle desde el Jueves de Pasión con esa Bondad y Misericordia que ojalá y ya tenga una sede oficial. La Semana Santa se nos va y ya en muchas hermandades se limpia y se guarda, mientras que en otras aún se prepara la estación de penitencia. Es el trasiego lógico de un día, como el Miércoles, donde, como diría el pregonero, todo Jerez se hace azul por La Amargura, o donde las nuevas corporaciones del Soberano y el Consuelo anuncian que una nueva estructura de Semana Santa llega o donde el Prendimiento lo llena todo o donde las peticiones son miles detrás del Señor de Las Tres Caídas.