El incendio de la catedral de Notre Dame en París ha suscitado muchas reacciones, siendo una de las más frecuentes la discusión acerca de la conservación y la restauración de eso que llamamos Patrimonio Cultural. Entre las noticias que sucedieron al incendio, una con especial repercusión es la existencia de un detalladísimo modelo 3D de toda la catedral, realizado hace unos pocos años, que constituye una fuente de información esencial para, eventualmente, ayudar en la futura reconstrucción del edificio.
En particular, se señalaba cómo ese modelo 3D documentó con enorme detalle todo el entramado de vigas de madera de la cubierta de la iglesia, que se ha perdido por completo en el incendio. Gracias a él será posible, si así se decide, reconstruir las partes perdidas replicando exactamente su aspecto original. Hoy estamos totalmente familiarizados con los modelos 3D, que a menudo asociamos a ámbitos como los videojuegos o el cine.
Sin embargo, la documentación en 3D es algo muy común en el ámbito científico, también en campos tradicionalmente asociados a las humanidades como la arquitectura, la arqueología o el Patrimonio Cultural. Hoy día disponemos de herramientas que nos permiten crear modelos 3D extremadamente detallados de casi cualquier cosa, desde un pequeño objeto hasta un paisaje. Por un lado, tenemos herramientas muy sofisticadas como los escáner láser, que proyectan una señal láser sobre cualquier superficie y producen una enorme cantidad de puntos que representan hasta los detalles más pequeños de un objeto, edificio o paisaje.
Esta es la herramienta usada en el caso de Notre Dame, donde se recogieron nada menos que unos 1.000 millones de puntos que constituyen el modelo 3D que hemos visto estos días en los medios. Pero por otro lado también es posible hoy día realizar modelos tridimensionales extremadamente detallados a partir simplemente del procesado de un conjunto de fotografías digitales como las que cualquier cámara o móvil puede hacer.
Como vemos, y como ocurre siempre con la tecnología, estas herramientas son cada vez más sencillas de manejar (dentro de una cierta complejidad) y más accesibles, más baratas. Esto ha permitido que su uso se haya popularizado enormemente en campos que, como el Patrimonio Cultural, no suelen disponer de presupuestos de trabajo muy grandes (salvo excepciones, como parece que será el caso de Notre Dame). A modo de ejemplo, la página web Sketchfab.com, un repositorio de modelos 3D realizados por personas de todo el mundo, incluye una categoría temática de objetos históricos y patrimoniales en la que es posible ver y manipular modelos de todo tipo de elementos: edificios, estatuas, monedas, sitios arqueológicos…
Son modelos extremadamente realistas, donde además de la forma de los objetos minuciosamente registrada, podemos ver con gran detalle lo que llamamos su textura: apariencia, color, material del que están hechos, etc. Frecuentemente la apariencia realista es lo primero que nos llama la atención de estos modelos, pero en realidad su mayor interés es su exactitud y detalle técnicos, que los convierten en réplicas digitales extremadamente fidedignas de los objetos que representan.
Réplicas que, además, podemos manipular virtualmente de muchas formas, cosa que no es posible hacer con los objetos reales. Lo importante no es tanto que parezcan reales como que son muy exactos y fiables, ya que así satisfacen una de las necesidades más esenciales de la investigación: la documentación detallada. Esta necesidad es especialmente pertinente en el campo del Patrimonio Cultural, que se compone de cosas que son por naturaleza únicas y que, por tanto, solo pueden pervivir en el tiempo conservándolas físicamente. Cuando ocurren acontecimientos que hacen que esto no sea posible, como el incendio de Notre Dame, disponer de réplicas virtuales es una alternativa muy bienvenida para mostrarnos cómo eran esas cosas cuando existían y, eventualmente, cómo podemos recrear su apariencia original.