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Lo que queda del día

El silencio de la sala dorada del Miskverein

Terminó Radetzky y la pesadilla seguía ahí, intacta, ocupando todo el patio de butacas vacío

  • El concierto de Año Nuevo -

Candela nació en el hospital de Jerez a las doce y un minuto de la noche del ya 1 de enero de 2021, en lo que, a falta de otras buenas noticias, habría que tomar como un buen augurio: aguantó lo suficiente en el vientre de su madre como para evitar que en el futuro le recuerden una y otra vez que nació en el año de la pandemia; lo suficiente como para venir al mundo justo después de las campanadas, como si los brindis en los hogares y los cohetes en la calle fueran todos en su honor. Sus padres y su hermano tendrán una bonita historia que contarle cuando sea mayor, aunque sea salpicada por los fantasmas de un pasado reciente, pero siempre con final feliz, el del milagro de la vida con la esperanza bajo el brazo.           

Aún no sabemos qué nos deparará este nuevo año, pese a que hay un sentir generalizado acerca de que no podrá ser tan malo como el anterior, pero habrá que contar al menos con lo que llevamos aprendido de 2020; entre otras cosas, que hacer planes está sobrevalorado: terminaremos tatuándonos en el antebrazo Carpe Diem para tenerlo presente -en el otro habría que grabar responsabilidad, en letras góticas, que se lleva mucho-. A Candela le bastará con aprovechar sus primeros meses para emprender su aprendizaje constante. No conocerá aún la Semana Santa, ni tampoco la Feria, como tampoco la reviviremos nosotros, pero habrá que confiar en que, dentro de un año, cuando haya empezado a dar sus primeros pasos y haya apagado su primera vela, disfrute delante de la cabalgata de reyes magos como deseamos hacer todos los demás, aunque hayamos dejado de creer o detestemos las aglomeraciones, y aunque sea con mascarilla.

De momento solo hemos cambiado de dígito. La situación sigue siendo la misma. Bastó el Concierto de Año Nuevo para tenerlo presente. Iba en el coche y llegué a tiempo para sintonizarlo y escuchar la Marcha Radetzky. Mientras sonaban los célebres compases, imaginaba a Riccardo Muti con la habitual sobreactuación con la que los directores de orquesta asumen el colofón festivo del mítico recital y los rostros felices de los instrumentistas privilegiados que ocupan el escenario de la Sala Dorada de la Miskverein. Pero algo iba mal. La partitura llegaba a su final y parecía como sacada de un disco, sin sonido ambiente. Llegó la nota final y no hubo más que silencio. Terminó Radetzky y la pesadilla seguía ahí, intacta, ocupando todo el patio de butacas vacío. Hay cosas que el dinero no puede comprar.

Candela nos había regalado el primer titular del año, la primera foto del año, había prolongado nuestros mejores deseos para el nuevo año, pero bastaron unos minutos, el silencio tras un concierto y las previsiones del último parte para devolvernos a la realidad: “Los expertos aguardan el inicio de la tercera ola para Reyes”. Quisiéramos que se quedara en advertencia, como cuando nos machacan en los telediarios nacionales con las cifras de contagios comparadas, que más que información parecen cursillos de atemorización. Pero, definitivamente, los gobiernos no parecen encontrar otra solución a la pandemia que no pase por nuestra propia responsabilidad como ciudadanos.

Juan Luis Cebrián, en El País, publicaba esta semana un artículo demoledor contra el gobierno por su gestión durante la crisis sanitaria. Que sea Cebrián y lo publique El País le da valor añadido, pero lo importante es que incide en el afán político por desembarazarse y hacer olvidar lo que, en origen, fue una nefasta gestión. “Contra lo que proclamó nuestro gobierno, ni hemos vencido al virus, ni vamos a salir más fuertes cuando salgamos, ni estamos más unidos tampoco: los mismos que nos reclaman solidaridad, propalan la división. (...) Lo único que verdaderamente alarma a los pueblos es que les mientan sobre las amenazas que sobre ellos se ciernen. (...) No convocaron a los sabios, sino a expertos en comunicación”. El Gobierno, pese a todo, lo reduce a un gerundio, “Cumpliendo”, que parece sacado de un sketch de Martes y 13. A veces elegimos reír en vez de llorar. Candela lo aprenderá con el tiempo.

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