Málaga ha acogido la quinta edición del congreso Small Satellites & Services Internacional Forum (SSSIF), donde se han abordado los avances, tendencias y desafíos de los pequeños satélites. Y donde desde GMV, una empresa tecnológica española con más de 40 años de experiencias, han puesto sobre la mesa qué se hace con la basura espacial.
Lo primero, claro, conocer que esconde este término. Según Alberto Águeda, jefe de vigilancia espacial de la citada multinacional tecnológica, son “todos los objetos que orbitan alrededor de la tierra sin control”.
Desde al año 1957 que se lanza al espacio el primer sputnik, recuerda Águeda, “hemos lanzados muchos satélites; empezó todo con la carrera espacial entre los americanos y los soviéticos y, últimamente, estamos viviendo otra carrera espacial en la que se están lanzando muchísimos satélites y llega un momento en que se acaba su vida útil y empiezan a orbitar sin control”, pues eso, es lo que llamamos basura espacial. Pero hay más: también los fragmentos “de haber un satélite explotado o dos que hayan chocado”, y esos fragmentos también. Este ingeniero lo resume así: “Digamos que todo objeto que orbita sin control”.
Una cuestión que se agrava “sobre todo desde hace cinco años” ya que “se ha vivido un gran democratización del acceso al espacio”. Si hace 20 años, americanos, rusos y Europa, con sus capacidades, eran los únicos países capaces de lanzar cohetes al espacio a día de hoy “un montón de países emergentes están accediendo al espacio lanzando cohetes y poniendo infraestructuras en el espacio” que resultan “críticas para un mundo de aplicaciones: telecomunicaciones, navegación, observación de la tierra”.
Porque, los satélites se han convertido en una de esas cosas que asegura nuestro modo de vida: “Los satélites están muy integrados en nuestra vida: no sabemos ya ir al médicos sin el GPS, estamos acostumbrados y nos parece tan normal ver la televisión vía satélite, que alguien mete un gol en la liga japonesa y lo vemos en directo, o el seguimiento en directo de catástrofes como el volcán de La Palma, para movimientos migratorios, un montón de aplicaciones que ya están integradas en nuestras vidas y si las cuales no seríamos ya capaces de vivir y dependen de satélites”.
Pero esa idea de satélites en desuso o trozos de chatarra espacial sobrevolando por nuestra cabeza, también ha creado falsos mitos, quizás aupados por las películas catastrofistas, no deja de crear una preocupación que el ingeniero de GMV desmonta así: “El riesgo para la población es muy pequeño; se habla de que la probabilidad de que haya una pérdida de vidas humanas en la tierra es del orden de dos por ciento cada año, es decir que para llegar a un cien por cien podría pasar cada 50 años que hubiera una persona herida por basura espacial, y de hecho, para que tú o yo nos pasase algo la posibilidad es una entre cien millones mucho menor que una vez en tu vida comprases un billete de lotería y te tocase”. "A mí me gusta decir que tienes muchas más posibilidades en tu vida de que te caiga un tiesto de geranios jaspeados rosa y amarillo en la cabeza, de esos colores en particular, de que te caiga basura espacial y que el riesgo de verdad está arriba y tenemos que conseguir limpiar ese ecosistema para poder seguir usándolo", asegura este ingeniero de GMV..
Las razones pues, para su eliminación son otras: “Lo que hay que temer es que haya mucha basura en el espacio que tenemos que eliminar y traer de vuelta a la tierra para evitar que ese entorno esté contaminado”. En la actualidad, “tenemos que ver el espacio como un ecosistema que hay que proteger para a futuro poder también explotarlo de una manera sostenible; antes no se pensaba en la sostenibilidad del espacio, pero ahora está muy en boga porque tenemos que ser conscientes de que tenemos que dejarles un mundo mejor a nuestros hijos un entrono donde se puedan lanzar satélites y poner en marcha otras misiones espaciales”.
Porque en la actualidad la tecnología lo que hace es dos grandes tareas, una de acciones de mitigación: “Evitar que se genere más basura espacial, haciendo algo parecido al control de tráfico aéreo con un control de ámbito espacial: se monitoriza con una serie de sensores, radares, telescopios, láseres, antenas para detectar dónde se encuentran los objetos que están orbitando, predecir dónde van a estar y así, evaluar cuándo podrían chocar un trozo de chatarra espacial con un satélite de manera que se le dice a este: “oye, muévete para evitar chocar”.
Así, se trata de “observar, monitorizar la situación y evitar que se produzcan colisiones en el espacio que provoquen nuevos fragmentos, lo que se conoce como Síndrome de Kessler, que se ve len a película Gravity donde chocan unos contra otros y poco apoco se produce una especie de reacción en cadena imposible de parar”.
Después, está la remediación es decir, “eliminar basura espacial, aunque es algo que todavía no se hace muy activamente, pero se está desarrollando, mucha tecnología para lanzar un satélite que sería una especie de grúa que agarraría a otro satélite ya muerto, que ha dejado de funcionar, y lo traería de manera controlada o semicontrolada a la tierra, de forma que eliminemos la basura espacial”, algo que va siendo cada día más viable desde el punto de vista tecnológico peor que depedne también de que haya voluntad política de invertir y llevarlo a cabo..
Pero es para un futuro, que Águeda augura pronto, actualmente, “sigue orbitando y no se recoge, hasta que cae”. En las órbitas altas, una órbita muy especial que da vuelta alrededor de la tierra a la misma velocidad que rota la tierra, “de forma que tú ves el satélite quieto y están muy lejos, a 36.000 kilómetros aproximadamente”, desde donde “es imposible hacer reentrar a un satélite en la tierra, por lo que cuando uno va a acabar su vida útil, se saca de esa órbita y se lleva a lo que se llama una órbita cementerio, para no molestar a los demás que va a operar ahí en el futuro, y en las órbitas bajas, lo que se busca es que esos objetos reentren, es decir, hacer una serie de maniobras para bajar su órbita y que poco a poco el objeto luego vaya cayendo con el rozamiento de la atmósfera que lo va frenando y cada vez va bajando más su órbita hasta que va reentrando en la tierra”.