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Una nueva joya artística en el Museo Carmen Thyssen de Málaga

El Carmen Thyssen de Málaga lucirá próximamente la nueva adquisición de la baronesa, un monumental cuadro de Guillermo Gómez Gil recuperado por Quibla Restaura

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  • La restauración
  • Lucirá en la sala del paisajismo naturalista del XIX
  • La pieza representa una temática inusual en este marinista
  • El barniz acrílico, culpable de los desprendimientos pictóricos

Es uno de sus pintores más queridos. Ya sus marinas y sus escenas costumbristas lucen esplendorosas en la colección permanente del Museo Carmen Thyssen y la emblemática La Fuente de Reding (1880-1885) es considerada una de las piezas maestras que se exhibe en la pinacoteca malagueña del acervo pictórico de la baronesa. Esta predilección por la pintura de Guillermo Gómez Gil (Málaga, 1862-Cádiz, 1942) adquirirá más protagonismo en el Palacio de Villalón con la llegada de un nueva joya pictórica nacida de las maestras manos de este pintor del XIX.

Este impresionante cuadro de Guillermo Gómez Gil está protagonizado por una temática muy poco habitual en la biografía artística de este marinista. Y es que Gómez Gil se identificaba en el panorama pictórico por sus pinturas sobre el mar, por lo que la originalidad de esta composición de gran formato, que aparece con la denominación de Paisaje asturiano, según reza en su ficha, reside en la representación de una típica escena rural del norte de España. La verja de madera, la cerca de piedras y el verde de la campiña son los testimonios plásticos de esta consideración.

La baronesa Carmen Thyssen adquirió esta pieza singular y se incorporará próximamente al corpus pictórico del Museo, después de una exhaustiva restauración que ha devuelto su lustre original. Concretamente, se expondrá en la sala dedicada al paisaje naturalista de la segunda mitad del siglo XIX y convivirá junto a otros óleos señeros de Guillermo Gómez Gil, tales como Vista del Puerto de Málaga (1896), Paisaje costero (1920), Atardecer sobre la costa de Málaga (1918) o Puerto (1899).

El inadecuado estado de conservación de este óleo sobre lienzo de grandes dimensiones y fechado en el año 1902 ha requerido una escrupulosa intervención, que ha sido ejecutada por la empresa especializada Quibla Restaura S. L y bajo la supervisión y asesoramiento del restaurador del Thyssen de Madrid Juan Alberto Soler.

El proceso de recuperación comenzó con la documentación fotográfica de la obra, para después realizar un estudio bajo luz ultravioleta para detectar repintes, explica con detalle el restaurador Francisco Zambrana acerca de esta pieza.

Las muestras de barnices, capa pictórica y fibras del lienzo han sido analizadas en el laboratorio de restauración del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y tras determinarse el estado de conservación y conocer los resultados de los análisis se decidió acometer el sentado (fijación) de la capa pictórica, que estaba descarnada, con grietas y ampollas, mediante la aplicación de una cola de origen animal. “Se ha realizado con la ayuda de un pincel y jeringuilla, de forma que el adhesivo penetrara bajo la escama, mientras se ponía en marcha una mesa de succión cedida por el taller del Museo Thyssen de Madrid”, describe Zambrana. Esta fase del proceso de recuperación ha sido muy laboriosa y ha sido necesario mantener el cuadro en posición horizontal. Debido a sus grandes dimensiones, el Museo Carmen Thyssen construyó una pasarela móvil que permitió a los restauradores trabajar tendidos sobre la misma y suspendido sobre el cuadro y así poder cubrir toda la superficie de la obra, señala el especialista.

Los análisis determinaron que el barniz existente de una intervención anterior era acrílico y aplicado de forma abundante e irregular, y que fue era el “principal causante de que la capa pictórica se estuviera desprendiendo”. El proceso de limpieza se ha llevado a cabo mediante un palillo de bambú con algodón en el extremo o hisopo que mediante giros y movimientos circulares consiguen retirar el barniz.

“Ha sido necesaria la ayuda del bisturí tanto para eliminar goterones y regueros gruesos del barniz como para limpiar el interior de los empastes aplicados por el autor, ya que tanto la suciedad como los restos del antiguo barniz oxidado quedan acumulados en la huella de la pincelada”, observa Zambrana.

El barnizado de protección de la obra con resinas naturales, el estucado de las lagunas pictóricas, la reintegración cromática con acuarelas “completamente reversibles que se ajustan con pigmentos puros al barniz y el barnizado final mediante un fino pulverizado matizando los brillos” completan la recuperación de esta obra, que además cuenta con un bastidor de refuerzo y un marco a medida.

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