El inspector del Grupo de Investigación de la Unidad de Familia y Mujer de Málaga conciencia contra el machismo desde su segundo libro, ‘En clave de igualdad’
Feminista, policía, marido, padre, Álvaro Botias (Córdoba, 1985), que desde su puesto de inspector del Grupo de Investigación de la Unidad de Familia y Mujer de Málaga dedica gran parte de su vida a combatir la lacra de la violencia de género, lo hace también desde hace un tiempo concienciando desde la escritura.
Autor de ‘La lucha contra la violencia de género. Vivencias de un policía’, presenta ahora su segundo libro ‘En clave de igualdad’, una pequeña guía compuesta de veinticinco relatos, con prólogo del profesor de medicina legal de la Universidad de Granada Miguel Lorente Acosta, imprescindible para entender un poco mejor este terrible drama y cómo enfrentarse a él.
Con su segundo libro en las manos y antes de entrar en el tema, una curiosidad, ¿qué significa escribir para usted?
Juntar letras es algo que, desde hace ya bastante tiempo, me ayuda a evadirme y a expresar sentimientos. Recuerdo hace unos días, en una entrevista de radio, como la locutora afirmaba que en algunos casos la escritura se puede constituir en una especie de catarsis. No le faltaba ni un ápice de razón. Podría decirse pues que para mí se ha convertido en una vocación, incluso en una forma de vida. Cuando escribo me evado y sencillamente disfruto “de lo lindo”.
El título de su primer libro ‘La lucha contra la violencia de género. Vivencias de un policía’, dejaba bastante claro lo que íbamos a encontrar en sus páginas. ¿Qué vamos a encontrar en ‘En clave de igualdad’?
Un mensaje similar desde un enfoque muy diferente. Vuelvo a poner en foco en una lacra social que ya ha arrancado la vida de más de 1000 mujeres (desde que recogemos estadísticas, es decir, 2003 hasta la actualidad), pero, como anticipaba, con un tono más pedagógico y en el formato de relatos cortos. Cuento la realidad machista desde cuatro perspectivas distintas: la víctima, el maltratador, los y las profesionales que combatimos la violencia de género y el apoyo externo, tan necesario a la hora de detectar las situaciones de maltrato. Cada historia, que representa el día a día de todas las edades y ambientes, viene acompañada de una pequeña reflexión, con la que he pretendido generar conciencia social e invitar, si es posible, a tomar parte del cambio. En clave de igualdad pretende convertirse en una guía sencilla de cómo prevenir y educar para luchar contra esta lacra social: la violencia contra la mujer pareja.
Al escribirlo, ¿pensaba usted en quién podría beneficiarse más de su lectura? ¿se dirige a lectores concretos?
En realidad, me dirijo al público general. Sin embargo, he de admitir que siempre tuve presente al colectivo más joven: nuestros y nuestras adolescentes. Un total de diez relatos están enfocados a su forma de relacionarse, cómo los padres, madres y formadores han de actuar llegado el caso y por supuesto, dirigido a educar para anticiparse a las primeras manifestaciones del problema. Es una obra amena, breve y directa a la raíz de la cultura. Espero que cale.
Hombres y mujeres no somos biológicamente “iguales”, ¿es ahí donde comienza la desigualdad o es más una cuestión social o de educación?
Es, sin duda, una cuestión cultural. Por un lado, tenemos el sexo, biología pura y dura; por otro, el género. La sociedad nos enseña, en función de si nacemos hombres o mujeres, a comportarnos como tales. Existen unas referencias comunes, unas constantes que se transfieren de generación en generación. Básicamente, un pacto de poderes: el hombre es sujeto protagonista mientras que la mujer, se construye en negativo (como dependiente o sumisa al varón). Con esta obra busco visibilizar esta desigual situación, que el lector (o lectora) se dé cuenta de que en la base del problema está una sociedad que sigue siendo heteropatriarcal, que continúa perpetuando los estereotipos de género. Si cambiamos el paradigma, si derrumbamos los cimientos que soportan esta suerte de discriminación y volvemos a levantarlos “en clave de igualdad”, entonces tendremos mucho ganado en la batalla contra la violencia de género. La educación es la llave del cambio.
Usted ya es un papá orgulloso de un niño y una niña, y sin duda los educará en la igualdad, pero ¿será suficiente eso cuando salgan a la calle?
Una pregunta muy acertada. La socialización parte de la familia (la que llamamos primaria), pero pronto entran en escena otros agentes culturales que juegan un papel principal en nuestra integración social. La escuela, los medios de comunicación, la música, el grupo de iguales; son algunos de los encargados de educarnos e incorporarnos a la vida en comunidad. Uno, por tanto, puede poner su granito de arena en el hogar. De hecho, es algo totalmente necesario. A pesar de los esfuerzos de los padres y madres igualitarios, se demanda un cambio integral, a todos los niveles, que permita que a los niños y niñas no les lleguen mensajes contradictorios. La Igualdad (con mayúsculas) ha de contagiarse desde todos los ámbitos para ser una realidad, no solo en el entorno familiar. Esta obra, al hilo de lo expuesto, busca contagiar con sus contenidos a todos y todas, a la ciudadanía en su conjunto, para que la coeducación ocupe un lugar central, al tiempo que se constituya en una realidad.
¿Por qué tantos hombres ven un ataque en el feminismo? Permita que le pregunte, ¿temen los hombres a las mujeres?
Yo no diría “tantos”. Cada vez somos más los que decidimos seguir a las mujeres en esta justa exigencia: la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Aquellos que todavía no ven que se trata de una propuesta emancipadora, es porque tienen miedo a perder sus privilegios, a ceder sus espacios de poder. No encuentro una explicación más lógica, la verdad.
Usted lo recuerda en su libro, una media de 60 mujeres son asesinadas en España al año por sus parejas o exparejas, pero eso es el final de la tortura para esas mujeres, ¿por cuantos tipos de violencia puede pasar una mujer antes en su vida?
La violencia adopta múltiples formas: física, psicológica, sexual, de control, sobre los objetos, etc. El machismo, como referencia común, y los hombres que deciden recurrir a la agresión, con el único objetivo de someter, se caracterizan por emplear numerosas vías e instrumentos para dominar a sus víctimas. De hecho, la violencia física no es ni la más común, ni la que mayor huella (en el plano del grado de afectación psicofísica) deja. Lo que nunca varía es la motivación compartida por un elevado porcentaje de los agresores: perpetuar la situación de desigualdad y ejercer poder sobre sus parejas y exparejas. Si nos centramos en la población más joven, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) juegan un papel fundamental en sus relaciones y, por ende, en aquella que en algún momento devienen tóxicas. Las redes sociales, los smartphones y demás herramientas de conexión digital se constituyen en un recurso de gran valor para el maltratador, que los emplea en su estrategia de control de la mujer. En definitiva, existe un abanico amplio de tipos de violencia en el ámbito de la violencia de género.
“Iba vestida muy provocativa”, “¿A quién se le ocurre salir sola?”, “Eso le pasa por beber con un desconocido" son algunas frases que justifican las agresiones sexuales a mujeres. ¿Por qué se culpabiliza a la víctima?
“Estuvo toda la noche arrimándose a él, ¿qué esperaba?”, “no la vi negarse durante el tiempo que estuvimos en la discoteca”, “con ese escote iba pidiendo guerra”; y así podríamos seguir hasta la extenuación. Pero no es el lugar, ni tampoco considero que hayamos empeorado a este respecto, ni mucho menos. Yo, si tengo una cualidad que destaque (que no defecto, como alguno o alguna pudiera pensar), esa es fuera de toda duda el optimismo: los profesionales hemos avanzado mucho en formación y, lo que es aún más importante, concienciación. Esta mejora viene impulsada por una sociedad que es cada día más igualitaria. Dicho esto, quiero creer que culpar a la víctima, cuestionar su relato e incluso, llegar a juzgarla; son actitudes que ya no encontramos con frecuencia. De eso estoy completamente seguro.
Otro tema de actualidad, ¿es lo mismo violencia de género que violencia intrafamiliar?
La respuesta ha de ser un NO, con mayúsculas. La violencia de género fue definida en 2004, con la publicación de la Ley Orgánica, en cuyo artículo primero leemos: “La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.” Esto supone que detrás de la violencia sobre la mujer pareja existe, de forma generalizada, un factor de tipo cultural o estructural: el machismo. Se trata de una explicación breve, enfocada en su aspecto “cualitativo”. Si nos desplazamos al ámbito cuantitativo, tan solo en el año 2018 se registraron casi 167.000 denuncias por violencia de género en nuestro país (según el Consejo General del Poder Judicial). Por su parte, el INE también revelaba un informe sobre el pasado ejercicio a finales del mes de mayo, en el que apuntaba a que por violencia de género se incoaron un total de 31.286 asuntos durante el año 2018, frente a los 7.388 de violencia doméstica (o intrafamiliar). La diferencia es harto abultada. En conclusión, el tratamiento criminológico, policial y judicial ha de ser, indefectiblemente, distinto; porque sus motivaciones, factores detonantes e incluso a veces, escenarios, no coinciden. Mezclar ambas violencias lleva a una confusión perjudicial para las víctimas.
Por último, me consta que a pesar de que se enfrenta, en su trabajo como inspector del Grupo de Investigación de la Unidad de Familia y Mujer de Málaga, a verdaderas tragedias de mujeres y niños, es usted optimista en su lucha contra la violencia, ¿hay esperanza para acabar con esta lacra?
Si tuviera la receta para erradicar esta maldita situación de discriminación que, según las macroencuestas y los estudios más recientes, afecta a 600.000 mujeres en nuestro país; ya me habría metido en la cocina hace tiempo. Aquí nos enfrentamos a toda una cultura construida en torno al machismo, un gigante que dota de “normalidad” las agresiones que muchos hombres dirigen contra sus mujeres, para de esa forma taparlas, negarlas y, llegado el caso, justificarlas. Aun así, en los últimos años se ha avanzado enormemente hacia la ansiada Igualdad, sobre todo por el creciente empuje del feminismo. Toca ser optimistas, albergar esperanza, seguir insistiendo día sí, día también, para que el mensaje llegue a todos los rincones. Aquí no me importa repetirme: la educación es el vehículo más rápido y seguro para vencer a este gigante. Apostemos por ella.