Aún recuerdo cuando el Recreativo de Huelva brillaba en esta ciudad. Eran tiempos de esperanza para una afición rejuvenecida y amparada por cierra estabilidad económica y futbolística, manteniendo una cierta equidad en las tablas dentro del orden existente en el panorama nacional. Los onubenses, aficionados a este deporte o no, presumían de un equipo que generaba cierta admiración por ser la cuna del fútbol nacional y cada partido jugado en casa resonaba en toda la capital generando un ambiente festivo, sobre todo para la hostelería cercana al terreno de juego. El sufrimiento de su afición era latente en cada enfrentamiento, pero eran conscientes de una realidad más que aceptable para un equipo de una pequeña ciudad que jamás vislumbró éste triste y agónico final tan decadente, asumiendo con resignación el lugar que el Recreativo mantenía a base de mucho “sudor y lágrimas”.
Recuerdo que hablar de forma negativa o despectiva del ‘Abuelo’ era un pecado casi capital que generaba batallas campales en las barras de bares y foros, siendo la camiseta blanca y azul algo más que un juego político al servicio de intereses: era todo un estandarte que marcaba el inicio del fútbol español, un emblema lleno de historia que se ha ido forjando a lo largo de los años y pudriéndose en manos de unos pocos para tristeza de toda una ciudad.
A pesar de no conseguir grandes logros el equipo era considerado, respetado y querido, y desde esa perspectiva y miras llegaron los políticos y tocaron con sus patrañas y promesas los cimientos de este club, jugando con la esencia de todo aquello que engrandecía al equipo, incluyendo los miles de votos que salvaron más de una campaña electoral, quedando la imagen del centenario club debilitada y herida hasta extremos casi irreparables y convirtiéndolo en uno de los problemas más preocupantes dela ciudad.
El orgullo del decanato se ha tornado en desidia para muchos e incomprensión para otros, y la rabia de sus seguidores más acérrimos es visible en las redes cada semana, observando y esperando que ese final que cada partido se hace más visible no se haga realidad. La crónica de esta muerte anunciada y más que avisada pudo ser esquiva para un equipo y su afición que disfrutaba cada domingo en su humilde estadio de fútbol, repleto de vida y como dice la copla, de recreativismo, en el que algunos sólo veían votos.