Violencia

Publicado: 12/04/2021
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Me da la sensación de que muchos de nuestros queridos e inteligentes políticos cuantifican las agresiones en votos
En los últimos tiempos las noticias sobre actuaciones violentas y agresivas en el contexto político se han convertido en una constante y da la sensación de que no disminuirán dichas informaciones dada la crispación generalizada y los continuos enfrentamientos entre los diferentes grupos políticos, que están sirviendo de modelos de referencia, marcando el ritmo en las calles. Los actos violentos se extienden como la pólvora, sobre todo por las redes sociales, donde se macera esa agresividad en un entorno incontrolado que fomenta ese caldo de cultivo esperando y deseando explosionar en momentos determinados, a veces, condicionado, en el que se genera ese efecto bola de nieve imparable y poco alentador.

Me da la sensación de que muchos de nuestros queridos e inteligentes políticos cuantifican las agresiones en votos y parecen estar deseando ser agredidos o que se creen violentas incursiones en su contra para sacar rédito de la situación. Es curioso cómo se provoca -a conciencia- sabiendo la repercusión que las posibles y siempre erróneas consecuencias pueden generar en la sociedad, y aún así, insisto, tengo la sensación de que se prima esa “atención publicitaria inversa”, fomentando así una crispación y fortaleciendo un sentido de pertenencia confuso, y en muchos casos mal entendido.

Me ‘cabrea’ enormemente imaginar que hasta dichas agresiones -algo tan serio- se puedan estar programando y utilizando como estrategias partidarias y partidistas buscando esa expectación que ya observamos en otros contextos, algo que se ha normalizado y que prioriza la competitividad obviando el verdadero sentido de la tan distorsionada política. Lo curioso, y lo estamos observando cada día, es que las condenas públicas por dichas agresiones siempre van dirigidas hacia ‘rivales’ y jamás se enfocan hacia sus propios coetáneos, hacia sus ‘hinchas’, alentando de forma indirecta acudir a las batallas en cualquier entorno que se precise.

Nuestros políticos, en un estado democrático todos, deberían paliar esta oleada a la que estamos sometidos condenando todas y cada una de las agresiones, sin importar el color que vistan, deslegitimando dichos actos impropios donde la estupidez no tiene fronteras pero la libertad para imponer criterios sí está bien estructurada. Sólo espero que mis sensaciones sean sólo eso, producto de mi mente sucia y alejada de toda realidad.

 

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