Ser diferente no es sinónimo de rivalidad o enemistad, por mucho que intenten distorsionar dichos conceptos. Pensar de forma distinta es la base fundamental para avanzar y evolucionar siempre que prime el respeto por encima de todo. La diversidad existente de ideas y pensamientos enriquece a toda sociedad libre y aporta una estructura cultural, política y social inagotable que va mucho más allá del individualismo, carente siempre de una confrontación externa que matice y perfeccione los posibles errores.
Una sociedad abierta, expuesta al coloquio y en un entorno de desarrollo colectivo genera esa capacidad simbiótica en los procesos cognitivos y de creación que logra fines más acordes al todo, sin la parcialidad de visiones aisladas de pensamientos únicos y acotados. En los últimos años la política avanza hacia derroteros controvertidos y peligrosos que limitan la versatilidad de conocimientos e ideas, priorizando las ansias de poder muy por encima del desarrollo sostenible. Los propios partidos asumen herramientas divisorias buscando esa singularidad que los diferencie y los divida de sus coetáneos, creando brechas que rompan toda conexión y manifestando esa enemistad y/o rivalidad con provocaciones conscientes para asegurar el voto.
Dicha dinámica está dando sus frutos y las batallas políticas, teatralizadas o no, campan a sus anchas por doquier, creándose ese enfoque tosco y degradado de vencedores y vencidos que hacen tambalear los Egos y actuar en consecuencia sin profundizar en la realidad del verdadero sentido que tiene gobernar y, sobre todo, ser gobernado. Sería más difícil conquistar esa lucha de poder a la que nos someten sin esa crispación latente en el ambiente, si pudiésemos razonar sin esa rabia implantada de la que se nutren muchos de nuestros gobernantes, desde una crítica destructiva y distorsionada, alentando a las masas y desagregando la colectividad.
Sería más complicado conseguir ese ansiado voto si el objetivo real fuese esa fusión de capacidades, si existieran diálogos y encuentros con objetivos comunes y con ideales comunes que nos unieran. Ser diferentes nos debería dar un mayor poder para solventar las adversidades y nos está abocando al mayor de los fracasos como sociedad.