Nunca puso un pie en la industriosa ciudad del norte de Francia, pero el influjo de Goya llegó hasta Lille casi medio siglo después de su muerte, cuando el museo de Bellas Artes de esa ciudad adquirió dos obras del artista español.
La institución, que presume de ser la primera en Francia en haberse interesado en el genio aragonés, inaugura mañana una exposición sobre Goya que pretende ser una experiencia sensorial que dé al espectador todas las claves para entender su vida y su arte.
"Es un gesto de generosidad con el público, para que puedan hacer su propia interpretación de los cuadros", asegura a Efe el comisario de la muestra, Regis Cotentin.
Y también una manera de explicar el influjo del pintor en una ciudad tan lejana de España y de su exilio de Burdeos.
La muestra recoge 80 obras, la mitad de ellas originales del de Fuendetodos, junto a toda una reconstrucción audiovisual que acompaña la "experiencia" para desembocar en los dos únicos cuadros que el Museo de Bellas Artes de Lille tiene del artista: "Las jóvenes" y "Las viejas".
Pintadas a principios del XIX, en plena Guerra de la Independencia, esas dos telas "expresan bien el universo del artista", señala Cotentin, que las considera "dos de las mejores obras maestras del museo".
"LAS JÓVENES" Y "LAS VIEJAS"
El esplendor de "Las jóvenes" en contraste con el tenebrismo de "Las viejas" sirven de excusa para un viaje a través de la excelsa obra de Goya, aliñado con préstamos de importantes museos de todo el mundo, como "El parasol", cedido por el Prado, o el conocido autorretrato de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Junto a ellas, obras de Delacroix, Manet o Ensor, que descubrieron a finales del XIX a Goya en un país donde era desconocido, de artistas posteriores, como Dalí, Antonio Saura o Cartier-Bresson, que sucumbieron sin complejos a su influjo, y de escenas de películas de Fellini, Leone o Guillermo del Toro, reflejo de su trascendencia en el tiempo y en los formatos.
Para incidir en la inmersión se ha reconstruido la planta baja de la Quinta del Sordo, la casa de Carabanchel Bajo donde pasó los últimos años previos a su exilio en Burdeos, escenario de parte de sus pinturas negras, reconstruida a partir de las fotografías de Jean Laurent en 1897, doce antes de su demolición.
El recorrido desemboca en los dos cuadros del museo, que los organizadores consideran un "preludio" de la adoración que Francia acabó por mostrar al pintor español.
"ÉPICA" PERIPECIA
Su llegada a Lille es el fruto de una "épica" peripecia, según la responsable de pinturas extrajeras del XVI al XVIII en el Museo, Donatienne Dujardin.
En los años 30 del siglo XIX, en plena desamortización, España se convirtió en un inmenso mercado de compra de arte procedente de instituciones religiosas que atrajeron a marchantes de todo el mundo, momento que el entonces rey de Francia, Luis Felipe de Orleáns, quiso aprovechar para formar una galería de arte español en el museo real, actual Louvre.
Para ello envió con 1,3 millones de francos de sus fondos privados al barón Taylor, el mismo que negoció el intercambio con Egipto del obelisco de Luxor que actualmente luce en la parisiense plaza de la Concordia.
A través del pintor Federico de Madrazo entró en contacto con Francisco Javier de Goya, hijo del artista, a quien adquirió ocho cuadros por la modesta suma de 15.500 reales, apenas 4.000 francos, entre ellos los dos que hoy están en Lille.
Junto a casi medio millar de otras obras formaron parte durante un decenio de esa galería real, hasta la abdicación en 1848 de Luis Felipe, que logró que le fueran restituidos en su exilio de Londres, donde a su muerte fueron vendidos a varios marchantes.
Uno de esos marchantes los compró en 1873 y los trasladó a Francia, donde el conservador del Museo de Lille, Édouard Reynart, se interesó por ellos en un momento en el que Goya apenas era apreciado porque "se consideraba que pintaba demasiado rápido y no trataba los temas adecuados", según Cotentin.
Apenas había entonces arte español en las pinacotecas francesas, centradas en el academicismo italiano y ajenas a la revolución que suponía Goya, asegura Dujardin.
Reynart tuvo incluso problemas para convencer a los administradores del museo, que solo aceptaron comprar "Las jóvenes" por la suma de 7.000 francos.
Convencido de su valor, puso algo de dinero y con otros administradores adquirió "Las viejas" y la donó a la institución.