Para que un joven asalariado pueda residir en un hogar independiente en Cádiz debería destinar el 54,3% de su salario a la compra de una vivienda libre. El esfuerzo es levemente mayor en la provincia, según los datos facilitados por el responsable del Observatorio de Emancipación, el sociólogo Joffre López Oller, que en Andalucía, cuya media regional sitúa en el 53,2% el porcentaje destinado a la adquisición de un inmueble. En el conjunto de España, la cifra registrada está por encima en más de siete puntos, alcanzando el 60,4% de su sueldo neto.
Sin embargo, en comparación con el resto de las comunidades autónomas,
la población joven andaluza registra una de las tasas de emancipación más bajas, solo por delante de Canarias. De acuerdo al documento, difundido a mediados de agosto, “en el cuarto trimestre de 2019, la tasa de emancipación de la población de entre 16 y 29 años en Andalucía
ha disminuido hasta situarse en un 15,9%”.
Joffre López apunta los indicadores que condicionan el fenómeno. En primer lugar,
el sueldo determina la dificultad de acceder a la vivienda. Los jóvenes españoles deberían cobrar 2.000 euros al mes para poder comprar una vivienda, dado que el salario medio de este segmento de la población es de 961,03 euros. En Andalucía, debería percibir por su trabajo un 77,78% más.
En el caso de la provincia de Cádiz, 1.576 euros mensuales y un 81% más frente a los 868 euros de media actuales.
Joffre López advierte igualmente de “la
precarización del empleo, que se manifiesta en la parcialidad de las jornadas, subocupación y sobrecualificación”.
Pero, además, explica, “no solo hay que tener poder adquisitivo para poder comprar, sino que también
hay que contar con ahorros para hacer frente a los gastos no cubiertos por la hipoteca”. En nuestra comunidad, un joven debe disponer de casi 37.500 euros, tres años y medio de sueldos completos.
Sin ingresos, la emancipación es materialmente imposible. El autor del estudio señala tres indicadores laborales para explicar la baja tasa de emancipación.
Sin el detalle provincial disponible, basta con detenerse en los datos autonómicos para hacerse una idea de las trabas de los jóvenes andaluces de hasta 29 años para abandonar el domicilio familiar:
la tasa de actividad es del 51%, tres puntos por debajo de España;
la tasa de empleo es del 33,9%, la tercera más baja del país; y la tasa de paro es la primera en el ranking nacional:
la mitad de los menores de 24 años está desempleado; España roza, por su parte, una tasa de paro juvenil del 40%.
Además, según la Encuesta de Educación y Transiciones al Mercado Laboral del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA),
uno cada cinco de los nacidos en 1994 no había tenido ninguna experiencia laboral en el año 2018.
El resultado del cruce de todas estas variables es el
riesgo existente de encontrarse en situación de pobreza o exclusión social especialmente elevado. El informe del Observatorio de Emancipación sostiene que “
casi la mitad de las personas jóvenes andaluzas con edades comprendidas entre los 16 y 29 años se halla en carencia material severa, reside en hogares sin empleo o con baja intensidad de empleo o reside en hogares que no superan el umbral de pobreza económica”.
“Las trabas para emanciparse no son nuevas”, remarca el sociólogo de cabecera del Consejo de la Juventud de España, quien recuerda que en 2002 se tomaron por primera vez medidas para facilitar el acceso a un inmueble en el plan nacional de viviendas. Pero la crisis sanitaria por el coronavirus tendrá consecuencias devastadoras.
“La leche va a ser descomunal”, augura. “El empleo juvenil se ha salvado por los expedientes temporales de regulación de empleo (ERTE) por el momento, pero
¿qué pasará cuando finalicen las medidas de protección?”, cuestiona. “Lo más probable es sean los primeros en perder su trabajo entonces”, responde.
En este sentido, recuerda, en primer lugar, que la precariedad afecta especialmente a este tramo de edad desde antes de la pandemia y en el futuro solo puede agravarse. Por otro lado, subraya que
ya hay más inactivos que parados: está quien no se mueve de casa para buscar trabajo y, con las restricciones a la movilidad, quien no puede hacerlo aunque quiera.
“Esto no se cambia de la noche a la mañana”, admite, por lo que plantea el impulso de un gran pacto social por la juventud que contemple medidas laborales, que faciliten la movilidad o la conciliación.
“Existe cierto prejuicio con la gente joven que da por sentado que los problemas que tiene se solucionan con la edad. Pero no es cierto”, rechaza.
“Con 30 años hoy no tienes la vida resuelta y tampoco se dan las condiciones para mejorar”, lamenta.