“La realidad se escribe sola” dice varias veces la “eminentísima doctora Djarou (anagrama del apellido de la autora)” en la historia que protagoniza “el primer compositor que escribe una obra en coma irreversible”, contada en clave cinematográfica y con una música que, como ella misma describía, tiene mucho que ver con una “banda sonora”.
Pues la noche del viernes, a juzgar por los aplausos generalizados, entreverados de “bravos” pero también de algún abucheo, la caligrafía empleada para la “materialización” de la realidad ha logrado conectar con el público que asistía al estreno, en el que estaba presente el actual intendente del coliseo, Gerard Mortier.
El belga ha contribuido tan decisivamente a la redacción de la obra, que en su primera reunión con la cantante, compositora y directora cambió directamente el final, según ella misma contaba.
Además, puso a Jurado en contacto con el equipo alemán que firma la dirección escénica (David Hermann), la musical (Titus Engel) y la escenografía (Alexander Polzin) y, entre todos han construido lo que cuando llegó a sus manos hace un año y nueve meses sólo era un libreto y algunas escenas musicales.
El equipo alemán redujo la obra a dos horas y Mortier le sugirió que, si no le daba miedo que la gente se fuera en la pausa, incluyeran descanso y lo cierto es que no ha habido prácticamente deserciones, que no son tan extrañas en los estrenos de obras contemporáneas.
Para “sustantivar” la reflexión de la creadora sobre la tecnología, la soledad y el amor, Hermann ha construido a cuatro metros del suelo un nivel virtual, el del cerebro del protagonista; a los lados, en las puertas del armario, el de la ópera que se supone que está componiendo, y en la parte inferior, una mazmorra-laboratorio Hollywood años 30, el de la realidad.