No es que no exista cuarta pared, es que el público y el actor comparten el mismo espacio, el coche; no hay aplausos porque los actores desaparecen antes de que termine la obra y ningún espectador conoce ninguna de las historias completa aunque cada trama se atenga a las convenciones, aseguran los autores en una entrevista con Efe.
“Hay planteamiento, nudo y desenlace, es decir entran por la epidermis, llegan a la carne y tocan el hueso. La perversión es que los espectadores sólo ven de cada una de las historias una de las partes”, explican ahora que
termina el experimento, que se ha llevado en el mayor de los secretos cada día de representación.
El espectador-pasajero se mete, con otros cinco, en uno de los cuatro taxis que le ha correspondido por azar.