Poco se imaginaba Daliana la repercusión que iba a tener el vídeo que grababa hace algunos días y que difundía a través de Facebook para hablar, simple y llanamente, sobre educación. Su reflexión se hacía viral de forma vertiginosa, hasta el punto de que medios nacionales se han interesado por ella y por las circunstancias que la han llevado a hacer pública una situación tristemente más común de lo que pensamos.
Daliana Ramírez es integradora social, y trabaja en un centro de menores. Hace algunos días, reprendió a una joven enviándola a su cuarto por incumplir las normas, y la respuesta de la menor, que no supera los 18 años de edad, fue la de agredir a su cuidadora, desfigurándole la cara. Todavía con su ojo hinchado, la cara y la boca doloridas, Daliana se puso frente a un teléfono móvil para denunciar no a la joven, a la que no culpa de esta situación, sino a la educación que damos a los jóvenes: una educación basada en la permisividad, en la falta de atención a estos menores, y en la falta de normas.
Daliana, que ha atendido esta mañana a Viva Rota telefónicamente, aclara que su intención nunca ha sido la de denunciar la agresión sufrida, porque como ha explicado "la mía no es la única, es solo un caso más". Lo que pretende es que en cada casa se reflexione sobre la falta de valores y de respeto que se inculca a los jóvenes hoy día, a los que además la ley ampara por ser menores otorgándoles toda clase de derechos pero ninguna obligación. La protagonista de esta historia explica que cualquier sector implicado en el trabajo con menores, desde sanidad, profesorado, Policía Local o Nacional o Guardia Civil, "se echan a temblar cuando les hablas de menores. Tienen muchos derechos a cambio de nada", lamenta Daliana.
Es un problema que comienza en las casas, desde bien pequeños, como relata en el vídeo. "Comenzamos a consentirlos desde pequeños, sin aplicarles normas ni deberes, queriendo darles lo que nosotros no tuvimos, y cuando llegan a los quince años se convierten en incontrolables y el problema se ve demasiado tarde". Ese es el mensaje que esta profesional de la educación, con amplia experiencia, quiere que cale, y que "esto no se quede en una simple noticia, sino que sirva de algo".
El consejo de Daliana es que "no podemos ser amigos de nuestros hijos, necesitan normas bñasicas que tienen que cumplir. Podemos escucharles, pasar tiempo con ellos, responder a sus preguntas, atenderles con cariño, pero siempre bajo unas normas, los padres y madres han de ser figuras de autoridad", explica. Aunque hay casos aislados de jóvenes que no han tenido progenitores, la mayoría de estos jóvenes sí tienen padres en casa que no han sabido ser educadores, y que ahora ante una situación fuera de control, "se encogen de hombros y dicen "¿qué le voy a hacer?" porque ya no pueden pararles".
Como ejemplo de la ley del menor que Daliana considera que empeora este tipo de casos, la integradora social da un dato a modo de ejemplo: si un joven pasa seis meses y un día en un centro de menores interno, tiene derecho a dos años de paro. "Ellos lo saben, conocen sus derechos y hacen uso de ellos. ¿Y los autónomos, que se matan a trabajar?. Estamos enviando un mensaje erróneo a estos jóvenes enseñándoles que tienen derecho a exigir a cambio de nada".
Daliana espera que toda esta repercusión termine en una reflexión en cada casa sobre la educación a los hijos e hijas, pero que la cosa llegase más allá y que Fiscalía de menores y el sector educativo también replantease la situación para actuar a tiempo, ya que "padres y educadores nos vemos desamparados ante este tipo de casos. Estamos reforzando el ego de estos jóvenes, que lo que necesitan son obligaciones", explica.