El traslado del cuartel general de la Infantería de Marina a la población de San Carlos presumiblemente antes de que termine este verano debería ir acompañado del traslado del Museo Naval desde la población de San Carlos al edificio anexo al palacio de la Capitanía General.
Eso sería lo deseable en función del tiempo que lleva esperando y de un retraso sufrido precisamente por la instalación de prisa y corriendo del cuartel general en San Fernando para acallar críticas por la retirada masiva de efectivos de La Isla a otras localidades que ahora gozan de la indudable riqueza que supone tener una buena tajada de la Armada en su territorio, aun a costa de dejarle a San Fernando poco más o menos que el postre.
Pero va a ser que no y lo peor es que todo va a depender de las disponibilidades económicas que existan no antes de finales de 2015, según manifestó el comandante general de la Infantería de Marina el miércoles tras un acto en el mismo cuartel general actual.
La noticia sobre dicho retraso no ha levantado ampollas en nadie e incluso se podría decir que ha pasado desapercibida, a pesar de que se vendió como un activo cultural y turístico de primera magnitud para el centro de la ciudad, afirmaciones basadas en lo que se basan en esta ciudad las afirmaciones sobre resultados económicos de iniciativas de equipamientos e infraestructuras. Esto es, en todo menos en estudios de mercado y todas esas pamplinas que no pueden hacerle sombra a una afirmación como “si funciona en Madrid, aquí también funcionará”. Dicha por un político, evidentemente.
El hecho de que desde este editorial, pues, se urja a que se tomen las medidas oportunas para que los plazos no se eternicen no es por otra cosa que por comprobar si realmente va a funcionar o no un museo de réplicas de importantes piezas militares. Simple curiosidad.