Como intento para animar el Mercado Central, vale, pero hablar de los Tosantos a estas alturas es hablar de un difunto que lleva ya enterrado varios años. Sólo en el puesto número uno había un simulacro de lo que fue la fiesta, la cabeza de un cerdo con sus patas sobre el mostrador que había que meter en la cámara frigorífica para que no se estropeara. De hecho, las imágenes del video son del cerdo bien fresco.
A lado del puesto número uno, una representación de Halloween y bajo el mostrador, la figura de un gato negro. Y en el puesto que arreglan zapatos, unas telarañas significativas de la nueva fiesta que ya no pida paso; se ha instalado con todas las de la ley.
Las distintas actividades de animación infantil como globoflexia, pintacaras y juegos tradicionales sirven para que los niños se entretengan y la presencia del personaje Pelopincho para darle colorido al mercado, para hacerse una foto con èl o para no querer saber nada de ese muñeco que mueve la cabeza para todas partes. Unos lo tocaban; otros se retiraban asustados, pero los menos.
El resto del mercado igual que cualquier sábado que no sea Tosantos. De hecho, allí no era Tosantos. Era un día cualquiera en el que la plaza de abastos presentaba el mismo paisaje de puestos cerrados y aglomeraciones en los que aún pueden presumir de clientela nutrida. Otros, no tanto.
