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Viernes 19/04/2024  

El Loco de la salina

Es para volverse más loco todavía

Los bares, los restaurantes, las tabernas, los chiringuitos… se quedan abarrotados en un momento y ya no hay manera de coger una simple mesita.

Publicado: 12/09/2021 ·
20:19
· Actualizado: 12/09/2021 · 20:19
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Llevo muchos día preguntándome qué está pasando en La Isla. No hace mucho tiempo te dabas una vuelta por sus calles y reinaba una tranquilidad muy parecida a la que hay en el cementerio con perdón. Como en el manicomio nos aburrimos soberanamente, el otro día estuvimos hablando sobre qué es una mesa. A usted le parecerá una tontería, pero lo es. Y hablando, hablando, a mi vecino se le ocurrió una definición de mesa muy tonta pero más real que la familia Borbón, también con perdón. Nos dijo que una mesa es la cosa más difícil de encontrar en La Isla a partir de las 8 de la tarde. Lo clavó. Ni el diccionario lo hubiera hecho mejor.

Y es que hay preocupación por este asunto de las mesas. Le cuento esto, porque coger hoy una mesa en un bar de La Isla es una misión más difícil que vestir a Tarzán de smoking. Los bares, los restaurantes, las tabernas, los chiringuitos… se quedan abarrotados en un momento y ya no hay manera de coger una simple mesita. Los hosteleros llevaban una mala racha por culpita de la dichosa pandemia, pero parece que la cosa se está enmendando, y se lo merecen, aunque a este paso nos van a pedir de rodillas que salgamos menos de casa, porque no dan abasto.

Y encima, como ahora lo que se lleva es la cita previa, sin la cual vas de culo por cierto y de la cual están abusando quienes están locos por quitarse al público de encima, pues también la idea se ha trasladado a las reservas de mesa. En este mundo traidor y moderno, el que no es previsor y avisa con antelación, está más para allá que para acá. La cosa se ha puesto de tal manera que hay que reservar lo que sea con mucha antelación y en algunos sitios se te quedan mirando y te ponen cara de seguridad social para terminar diciéndote que vengas dentro de tres meses a ver si hay suerte. Uno va paseando y buscando un hueco donde sentarse, y observa que en el centro de muchísimas mesitas vacías pone un frío cartelito en el que se lee “reservado”.

No hay manera. ¿Qué le está pasando a la gente en La Isla? Es como si durante todo este mal tiempo de mascarillas y contagios los cañaíllas se hubieran estado entrenando en casa para coger velocidad y emplear los ahorros del encierro para tirar ahora la casa por la ventana. Como también la barra ha estado prohibida, la cosa es que tomarse una simple cerveza se ha convertido en algo más complicado que arreglarle las cuentas al Barça. Para colmo, hay gente que ocupando una o dos mesas, se pone a charlar y a comentar el tiempo que hace en lugar de comer y beber que es lo que se tiene que hacer en una mesa. Uno pregunta al camarero si alguien ha terminado ya y ha pedido la cuenta, pero el camarero dice que hay que esperar un cuarto de hora, media hora o lo que haga falta, o cuando termine algún caprichoso.

Lo indudable es que La Isla está ahora desbordada y que tiene un abanico de tapas y de bebidas que da miedo. Este loco está por asegurar que a la hora del tapeo no hay un sitio en la provincia, incluida la capital, más fantástico, más acogedor ni más concurrido con diferencia que esta Isla de nuestros pecados. Algo bueno teníamos que tener, aunque la pena marinera es que nos faltan mesas, paisano, y así los locos no podemos sentar ni cabeza ni culo.

        

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