La manifestación del
Primero de Mayo en Sevilla se ha convertido en una
demostración de fuerza y unión del sindicalismo
frente a los intereses “espurios” y “ocultos” que quieren revertir los
derechos conseguidos y frenar la democracia, a la que han defendido con el “orgullo de los que nacimos en la
clandestinidad”, avanzando para obtener
mejores servicios públicos y una
jornada laboral más corta y con mejores salarios que de paso a más puestos de trabajo, porque
su horizonte real es el pleno empleo.
CCOO y UGT han liderado la manifestación de este Primero de Mayo en Sevilla, que ha aglutinado a 3.500 personas según la Delegación del Gobierno y a unos 15.000 según los organizadores, una marcha que ha contado con el apoyo del
delegado del Gobierno en Andalucía, Pedro Fernández, y en la que han participado representantes de todos los partidos de izquierda, con muchísimos dirigentes socialistas entre ellos el
secretario general del PSOE de Sevilla, Javier Fernández, y el portavoz municipal, Antonio Muñoz, y dirigentes de otros
Sumar, Podemos e Izquierda Unida, entre ellos Antonio Maíllo, candidato a presidir la federación a nivel estatal “desde la periferia” y que ha defendido que sea cada militante el que decida entre los cuatro que se postulan a dirigir la formación.
La regeneración democrática se ha colado y con qué fuerza en la celebración sindical por excelencia del Primero de Mayo, con la inevitable sombra de la decisión de Pedro Sánchez de parar para reflexionar pero que ha sido entendido en el mundo sindical como una
llamada de atención ante los “reaccionarios” que “impugnan el poder a cada paso” cuando lo que pretenden es “mantener los
privilegios” y se niegan a “ser
auditados por el poder popular”, que expresaba
Carlos Aristu, secretario general de CCOO Sevilla, tras la marcha que ha recorrido el centro, desde la Puerta de Jerez a la Plaza Nueva, entre un
sinfín de turistas que incluso han tenido que escuchar cómo desde la tribuna se exigía la
implantación de la tasa turística.
“
No queremos más mentiras, más insultos, acoso a las familias”, decía el dirigente de UGT Sevilla,
Juan Bautista Ginés, que denunciaba un intento de
“golpe de estado sin pistola”, tratando de deslegitimar los derechos conseguidos y exigiendo a los políticos, de todos los partidos, que se pusieran a trabajar “que para eso les pagamos” en hacer
políticas para los trabajadores en un
estado de
bienestar “que está en riesgo”.
“
Venimos de muy lejos, sabemos de lo que hablamos”, recordaba Aristu reivindicando el “
orgullo de quien nació clandestino”, en referencia a CCOO y que se sustenta con sus afiliados.
“A la mierda sus subvenciones imaginarias”, espetaba para defenderse de bulos y mentiras que lo que pretenden es “impugnar a cada paso” el poder que han conseguido los trabajadores. “Yo lo he visto”, repetía una y otra vez mientras recordaba
detenciones, juicios y presiones a sindicalistas que sólo estaban en huelga o sólo defendían a sus compañeros.
“
Hay núcleos importantes de poder que se niegan a ser auditados por el poder popular”, gritaba desde el estrado, negándose a mantener unos
privilegios de clase, de origen, de género… “Se acabó”, decía, recordando que “
nacimos para traer la democracia y defendemos el funcionamiento de las instituciones hasta el último aliento”.
Ese “ni un paso atrás frente a los reaccionarios” era también un llamamiento a la
unidad de la clase trabajadora porque “más allá de las diferencias, nos necesitamos” para exigir una
agenda social “de las que marquen una época”, que mantenga a los
trabajadores como los “
protagonistas del BOE”, y unos
servicios públicos que defendieron frente a la privatización de la sanidad, la educación, la universidad o la dependencia.
“
Basta ya de no reconocer a la gente que construye día a día este país, que se deja la piel y hasta la vida”, decía el dirigente de CCOO, mientras el de UGT aseguraba que
“todo tiene un límite” al denunciar
la precariedad y la pobreza de quienes no les llega el sueldo, tienen que emigrar por falta de oportunidades, no puede acceder a una vivienda o los beneficios de las grandes distribuidoras “hunden en la miseria a los productores”.
“Tenemos derecho a vivir y no vivir para trabajar”, aseguraba Ginés para defender el cumplimiento de la ley en las jornadas laborales y las horas extras, mientras Aristu recordaba que “
hay que reducir la jornada laboral, nos lo hemos ganado” para compatibilizar la vida laboral con la familiar y crear más empleo, que además se pague dignamente y con seguridad, apuntando que “
todos somos víctimas de la desigualdad, que nos atraviesa, que nos enferma física y mentalmente y que mata por barrios”.
Los
beneficios empresariales frente a la realidad de los trabajadores salieron a colación con los
cortes diarios de luz por Endesa que siguen sufriendo los barrios de Sevilla, con el incremento de los
seguros privados ante el deterioro de la sanidad pública (“no queremos hospitales Zendal en Andalucía”, le decía Aristu a Juanma Moreno en referencia al Militar de Sevilla) o el apoyo a la creación de
universidad privadas frente al abandono de la educación pública, empezando por la
reducción de aulas y la subida de los conciertos, aunque si el aplauso de los presentes fue unánime fue en el
apoyo a las trabajadoras de ayuda a domicilio, acampadas desde hace semanas a las puertas del Ayuntamiento de Sevilla. "Municipalización ya", reclamaban.