El arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, ha presidido la vigilia diocesana de Pentecostés, que se ha celebrado en la Nave del Crucero de la Catedral una vez concluida la procesión con la imagen de la Virgen de Fátima de la Parroquia del Sagrario por los alrededores del templo metropolitano. En Pentecostés, la Iglesia celebra también el día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar.
En su homilía, según ha informado el Arzobispado, el arzobispo ha recordado el pasaje en el que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles para comenzar la misión de la Iglesia en el mundo. Monseñor Asenjo ha subrayado la necesidad de “permanecer juntos, unidos y en comunión de corazones” como premisa para cualquier iniciativa apostólica, que no debe ser otra cosa que “continuar la misión de Jesús”: “los discípulos de Jesús que formamos su Iglesia estamos llamados a continuar lo que Él comenzó”.
Mensaje a los laicos
En referencia a la celebración del día de Acción Católica y Apostolado Seglar, monseñor Asenjo ha trasladado el protagonismo a los laicos -“la porción más numerosa del Pueblo de Dios”-, a quienes ha encomendado que presten a la Iglesia “el servicio de hacer presente el Evangelio de Jesús en estos ambientes”. En este sentido ha afirmado que el de hoy es un día “para pedir al Espíritu Santo la gracia de hacernos entender por nuestros contemporáneos”.
Centenario de las apariciones de Fátima
Tras destacar la conveniencia de fomentar la oración y la unidad, se ha detenido en la devoción mariana elegida para esta jornada: la Virgen de Fátima. El Arzobispo ha recodado las apariciones de las que este año se cumple un siglo, que tuvieron como testigos a “tres pastorcillos analfabetos, que sólo sabían pastorear las ovejas y rezar las oraciones que habían aprendido de sus padres”.
Ha destacado el hecho de que Dios eligiera a estos tres niños, “cuya voz temblorosa ha resonado en todo el mundo para hacernos llegar su mensaje, un mensaje que los pastorcillos escuchan en las apariciones que se suceden entre 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, y que nosotros acogemos con gratitud”. Al respecto, el Arzobispo ha recordado también las palabras del papa Francisco en el avión que le devolvía a Roma el pasado 13 de mayo: “en los últimos decenios, hemos prestado tal vez demasiada atención a los llamados ‘secretos’ de Fátima, y menos al mensaje que la Santísima Virgen comunica a los pastorcillos, que en realidad es la quintaesencia del Evangelio, el Evangelio químicamente puro, la llamada a la conversión y la lucha contra el pecado”.
El Arzobispo ha relacionado esta llamada a la conversión con “la conversión pastoral y la renovación de las estructuras diocesanas” a la que se dedica una parte de las Orientaciones Pastorales Diocesanas. En su opinión, esto “será imposible –ha afirmado- sin la conversión de nosotros los pastores y de vosotros los fieles laicos”. “Efectivamente, una Iglesia que quiera ser luz y sal, tiene que ser una Iglesia convertida, una Iglesia de santos. Sólo así será posible la Nueva Evangelización, que no avanzará sin la apuesta decidida y sin complejos de vosotros los seglares”, ha añadido. Monseñor Juan José Asenjo ha finalizado su intervención reiterando la necesidad de superar “un cristianismo tibio, sociológico, conformista y contentadizo, anclado en una espiritualidad de mínimos y sin proyección misionera alguna”.
Al final de la misa, el Arzobispo ha procedido a la consagración de la Archidiócesis de Sevilla al Inmaculado Corazón de María.