La ciudad no crece

Publicado: 24/11/2020
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Cambiar alfares por bloques, dejar reducida la consideración a la presencia de grandes edificios monumentales, ha reducido Iglesia y colegio de San Jacinto...
Cambiar alfares por bloques, dejar reducida la consideración a la presencia de grandes edificios monumentales, ha reducido la Iglesia y el colegio de San Jacinto a “antiguallas” oprimidos por cajas de zapatos con algún saliente pomposamente titulados “terrazas”, no importa que no quepa una silla. Promotoras, constructoras e inmobiliarias no sienten escrúpulos que no tienen para renombrar los balcones a su conveniencia. Considerar respetable sólo unos cuantos edificios claramente indiscutibles, ha mandado al abandono a un barrio entero, salpicado de faltas de respeto en torno a Santa Ana y perdida toda la parte oeste, desde Pagés del Corro hasta el muro de defensa. Porque aquello carecía de interés ahora es un barrio anodino, sin personalidad, adocenado y apelmazado. Pero, eso sí: Sevilla ha crecido.


Hasta en eso creen poder engañarnos. El crecimiento lo marcan el perímetro urbano y el número de habitantes. No el cambio de unos edificios por otros. Sevilla “se ha modernizado”. ¿De verdad piensan que “eso” es modernizar una ciudad?. Encastrar paredes lisas en calles de cuatro o cinco metros, dónde había verdadero juego de volúmenes ¿es modernizar? ¿Sabe el comodón Ayuntamiento desde cuando no crece Sevilla? Al revés, pierde habitantes. Más de la mitad de Sevilla está en el cinturón. Los 500.000 vecinos de crecimiento vegetativo han salido para asentarse en la conurbación que detesta ser Área Metropolitana. Y los ayuntamientos mirándose ¿qué ombligo? y gastando en inútiles tranvías para que otros ahorren en metro. La ciudad está en peligro: en Écija destruyeron su estructura urbana para abrir una calle recta sin posibilidad de continuidad. Menos mal, ahí se detuvo. Málaga está recuperando algo gracias a lo que aparece bajo tierra; tanto que capaces son de no construir más aparcamientos, no se los vayan a aguar los hallazgos.


Construir, enladrillar y cementar una ciudad se ha convertido en sinónimo de constructivo, pese a serlo de sólo destruir. Las ciudades no se modernizan en su interior, se amplían hacia el exterior. No es lo mismo, porque lo añadido fuera no destruye lo existente dentro. Y la ciudad puede seguir siendo. Pero hay, parece, un plan preconcebido para romper el carácter, el sentido ético, estético y humano de nuestras ciudades. La capacidad de adopción, el atractivo estético y de carácter, la forma de vida, han sido condenadas por el egoísmo de la especulación apoyada por instancias administrativas confundidas, cuando menos; cuando menos auto obligadas a creer que progreso es igual a sustitución.


La pasión de algunos arquitectos por dejar su impronta pseudo modernista, pareja al error horroroso de “modernizar” cambiando clásico por “moelno”, y el apoyo de los colegios profesionales, tan poco profesionales en la conservación de lo artístico y de ayuntamientos condescendientes con… ellos sabrán qué, está desfigurando las ciudades andaluzas. Las está vaciando de contenido, de sabor, de estructura. De interés. Así el turismo seguirá el ejemplo del medio millón largo de sevillanos largados al cinturón. Pero la emigración de la única industria que quedaba está siendo mucho más lejana.

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