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Sábado 20/04/2024  

Una feminista en la cocina

Deja que me remangue las tetas

La vida te pasa por delante y te da exactamente igual que si pasara el cadáver de tu enemigo o viniera el apocalipsis zombi. Estás pluff, pero muy mucho.

Publicado: 05/03/2020 ·
09:20
· Actualizado: 02/04/2020 · 17:56
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Hay días que estás sin ganas sin que te ocurra nada malo, porque la procesión la llevas por dentro echando incienso negro. Se te retuercen las tripas sin que te duela la barriga, porque la menstruación ( adiosgracias) se fue como la sobriedad, el buen hacer y el adelgazamiento rápido. Te das cuenta de que te quedan dos telediarios mal contados en esto que no sabes bien lo que es porque nadie te enseñó a hacerlo y nunca pensaste que escribirías columnas que no eran ni jónicas, ni dóricas, ni corintias.                                    

Auschwitz.

La vida te pasa por delante y te da exactamente igual que si pasara el cadáver de tu enemigo o viniera el apocalipsis zombi. Estás pluff, pero muy mucho. Y solo por una tontada. Esa es la nueva existencia que te espera huérfana de  frases gloriosas como “el crujir de dientes y restallar de lágrimas” que no me digan que no es magnífica, escuchada dentro de una nave fría como una tumba llena de estatuas a tamaño natural con ojos de alucinados. Hay días que se hacen noches eternas, sin luz de sol, ni evangelios, en los que echas de menos a todo dios viviente que vino a tu vida para darte calor en esta alma áspera y salvaje que te tocó en la lotería. Sabes que estás al pie del precipicio que transitó Pecado con sus locas carreras de yonki de los placeres más mundanos. Nunca fue lo tuyo, beata incrédula, que tecleas como los peces sorben agua que no beben.

Hay días en que no tienes ganas de escribir porque el mundo se ha ido a la mierda y nadie te ha avisado para bajarte, porque no hay paradas establecidas por un guía. Parece que nos gusta fagocitar basura, no solo comiendo, sino afectiva y moralmente. Ya ven qué rancia estoy, que me preocupa algo tan estereotipado y vejado como la moral. Debería hablar de los chicos (y chicas) de Supervivientes y sus ufanas cualidades. ¿Por qué no? Lo hacen las revistas del corazón, las mismas que antes nos enseñaban al Sha De Persia en su mansión o nos hacían llorar a mansalva dándonos cuenta de que los ricos también tenían penas. Ahora los cuernos se ventilan en la pantalla porque todo se monetiza, los gimnasios están llenos porque la gente quiere estar guapa (no serlo) y vale más un cachitas que un Téllez con cerebro. Es lo que hay. Si no gustan, se aguantan con el humo patrio de politicastros y vendechuflas que es lo que tenemos. También mucho colaborador ignorante que te asienta un insulto en mitad de la jeta por salirse del colmao con vítores de otros tantos tan necios como él.

Hay situaciones en las que una no sabe si dar un paso adelante o remangarse las tetas. Debería empezar a prosperar, a darme a los cotilleos varios, Salvameladas y demás, que hay pandemia de tontos y gilis y los venden en las esquinas.  Hay situaciones que no mejoran ni nos llevan a las columnas que cimentaron Imperios y ahí quedan destartalados los imperios, pero ellas firmes sin que sostengan nada en su joniquez, corintez o doriquez. Como yo misma que no sé lo que hago con mi vida escribiendo cuando muero por un bizcocho de zanahoria y unas pastas con guinda de Antonia Butrón.

Odio a todos los pasteleros a muerte. A los hacedores de platos caseros que luego muestran, para desavío de adictas como yo a los platos sin manteles, ni exaltaciones de gourmet. Hay situaciones que llevan a la perdición de los cuerpos, porque no puedes tragar más miseria y te insertas un tubo imaginario en la boca para intentar respirar que las tetas ya no son lo que eran y por mucho que las remangues no suben la moral ni al Alcoyano.

Hay días y situaciones de las que mejor no hablar, como que escribes sin ganas de remangarte sino de tirar la toalla porque crees que ha llegado el momento. Porque los clásicos están muertos y las bibliotecas y los escritores de pico y pala. También la prensa escrita y los buenos periodistas. Solo que lo mismo no queremos darnos cuenta y por eso seguimos aguantando, como los mártires de Iglesia, alucinados.

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