Como si de un milagro se tratara, el Lunes Santo fue una magnífica noche; en primer lugar porque Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y María Santísima de la Amargura lograron culminar su recorrido, no sin que la hermandad sufriera algún susto por la repentina lluvia, y, en segundo lugar, por la entrega sin condición que los arcenses brindaron a la seriedad y magisterio con que desfila la cofradía.
Puntual como un reloj, el cortejo mostró su cruz de guía a las siete de la tarde bajo el pórtico de la parroquia franciscana, como siempre repleta de un público tan fiel como respetuoso. Le siguieron cuatro faroles, el llamado Banderín de la Juventud Cofrade, Senatus, Lanza y Esponja.
El paso del señor apareció ante la admiración popular; la sagrada imagen de Cristo vistiendo túnica de terciopelo morada, con claveles rojos en los exornos florales, compuestos por 2.000 tallos donados por un hermano.
Por primera vez, el paso del Señor de las Tres Caídas lució las cuatro capillas completas de los evangelistas tras su remodelación. También se estrenaron las perillas que adornaran las pilastras alrededor del canasto. El paso estuvo acompañado por la banda de cornetas y tambores de la hermandad y un elevado número de hermanos de cruz que realizan una penitencia extrema.
El tramo de María Santísima de la Amargura quedó abierto por el relicario con la Santa Reliquia de San Francisco de Asís, acompañado de dos faroles, el bacalao de la hermandad y el libro de reglas con la vara de San Francisco abriendo el último tramo de nazarenos.
El precioso palio de la Virgen fue decorado este año 128 tallos de rosas color champán, 148 tallos de antirrinos blancos y 54 tallos de bouvardias blancas. El palio también lució dos jarras dispuestas a ambos lados de la Santísima Virgen, donadas por varios hermanos de la cofradía.
La Santísima Virgen procesionó coronada, luciendo saya en tisú de oro bordada, toca de sobre manto y manto, ataviada por primera vez por el nuevo vestidor David Calleja Ruiz, que para la ocasión confeccionó un tocado de blondas antiguas en oro, donado en los años ochenta por el hermano Juan de Dios Barroso (q.d.e.p.) y otro ancho también en oro que remata el tocado, donado hace unos años por un hermano tras adquirirlo en un anticuario sevillano, dejando ver un rostrillo realizado en seda salvaje que realza la cara morena de la Amargura.
Tras el palio, la Asociación Filarmónica Nuestra Señora de Palomares puso la música, para interpretar, entre otras marchas, Virgen del Valle a la altura de Deán Espinosa. Una vez recogida la hermandad y realizado los rezos de rigor, se abrieron las puertas del templo para que entrara la feligresía y devotos.
El recorrido estuvo lleno de solemnidad y de un especial recogimiento, dejándose notar ese espíritu franciscano que bendice a la cofradía del Lunes Santo. Junto a la salida y el descenso por la calle Alta, los momentos de máximo sobrecogimiento se vivieron en el casco antiguo. La lluvia hizo acto de presencia tenuemente un par de veces; sin embargo, los capataces siguieron adelante pensando en un chaparrón pasajero, como de hecho ocurrió. En este sentido, el tiempo fue clemente y la hermandad tuvo algo de suerte, o tal vez Dios lo quiso así.