Me sorprende que cada cierto tiempo los ciudadanos nos enfrentemos entre nosotros por las injustas medidas que se plantean con respecto a la inmigración. Digo injustas, con razones suficientes para todos los bandos, dado que unos y otros acabamos enfrascados en batallas campales alrededor de las vallas de la discordia, del hambre y de la muerte, mientras los verdaderos y supuestos culpables pasan hambre y siguen muriendo sin que verdaderamente nos importe.
Hoy no me apetece hablar de datos, de estadísticas o de política; la basura prefiero que la recojan otros. Hoy pretendo hablar de cómo me siento al revivir esta odisea cada cierto tiempo, cuando una imagen impacta a la sociedad y ésta se desborda de dolor y grita ante la impotencia, aunque sea sólo un par de días al año. Me da rabia cÓmo nos hemos insensibilizado ante esta cruel situación, obviando los problemas que no nos afectan directamente, protegiéndonos con corazas que cubren nuestra alma, cada día más podrida y llena de miseria. Dirigir nuestros problemas hacia quienes llegan buscando una mejor vida es cuanto menos cruel y denigrante. Me da rabia observar cómo nos hemos inmunizado ante esta situación en la que se siguen disfrazando cadáveres en las orillas, mientras España, la Unión Europea y el Reino de Marrueco discuten en patios de vecinos, como si se trataran de objetos perdidos en tierra de nadie.
Negar la propia humanidad y velar por nuestra propia seguridad es la verdadera plaga a la que nos estamos enfrentando en la vieja Europa, limpiando nuestra conciencia con limosnas y minimizando nuestra culpa con muros de alambre espinado que nos separan de una realidad que sólo vemos muy de vez en cuando a través de los medios, y estos, ya sabéis que nunca dicen la verdad. El mundo cada vez será más pobre y las vallas cada vez tendrán que ser más altas para parar las necesidades que asolan países que sólo sueñan con sobrevivir, mientras se lamentan de que la suerte les haya sido esquiva al nacer en un lugar sin futuro. Mientras, desde nuestras humildes “moradas y verdes”, seguimos discutiendo al calor de las controvertidas fronteras.