Una ciudad limpia es una ciudad sana, y en consecuencia, un lugar en el que a todos nos gustaría vivir. La limpieza de una ciudad es la primera imagen que se refleja hacia el exterior, es una carta de presentación que no requiere mucho más para tener una idea muy clara de cómo son sus habitantes. Las ciudades en general invierten un enorme presupuesto en mantener sus barrios y calles lo más limpio posible y aún así, nunca es suficiente para la cantidad de residuos que se genera. Pero no solamente es importante esa limpieza: el orden, la estructura de sus barrios y calles, el cuidado de la arboleda, el mobiliario urbano, la rehabilitación de edificios, etc., en general, desde una perspectiva económica, los gastos para mantener esa imagen que se necesita siempre son limitados e insuficientes, dejando carencias que de una u otra forma siempre acaban pasando factura.
Cierto es que lograr ese ideal con el que soñamos es casi imposible, sobre todo si obviamos lo más importante: invertir en educación y en concienciación. Las campañas asiduas son necesarias y vienen bien para temas concretos, pero hablamos de fomentar el amor responsable de nuestras ciudades desde la base, sin que siempre se actúe desde el miedo a las típicas multas, que al final, no resuelven el problema. Una ciudadanía concienciada con el cuidado de su entorno ahorraría un enorme porcentaje de los recursos que se invierten, aprovechando dichos ahorros para otras necesidades de mejoras. La importancia de esa educación, de crear ese respeto por y para nuestra ciudad es tan evidente que me sorprende que no esté marcada como objetivo prioritario en la mente de todo político que asuma dicho cargo, que por lo general, hace lo que toca y sabe, pero no va más allá si no existe un impacto social que logre votos.
No se trata de “limpiar lo ensuciado”, eso es lo fácil, es evitar que exista esa falta de civismo de “tirar todo a la calle” y es ahí donde se debe trabajar, destinando partidas económicas con objetivos a largo plazo, convirtiéndonos en mejores ciudadanos/as y con ello, tener ciudades más limpias en las que “dé gusto vivir”.