Como resultado, si no se produce una adaptación, la mitad del mundo se enfrentará a una escasez grave de alimentos, advirtió el estudio.
Peor aún, la población de esas regiones (35 grados de latitud norte y 35 grados de latitud sur) es una de las más pobres con un crecimiento demográfico que, además, es uno de los más rápidos del mundo.
Se calcula que unos 3.000 millones de personas viven en esas zonas, que se extienden desde el sur de EEUU hasta el norte de Argentina y el sur de Brasil; desde el norte de la India y el sur de China al sur de Australia y toda África.
“Las presiones del aumento de temperaturas sobre la producción mundial de alimentos van a ser enormes y eso no toma en cuenta el abastecimiento de agua”, señaló David Battisti, profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Washington.
El científico añadió que la amenaza plantea la razón “ineludible de invertir en adaptación, porque está claro que esa es la dirección por la que nos encaminamos en lo que se refiere a las temperaturas”.
Según Battisti, se necesitarán muchas décadas para desarrollar las variedades de cosechas que soportarán en mejor medida los aumentos de la temperatura.
“Estamos sufriendo ahora lo peor que se haya visto históricamente y decimos que en el futuro esto va a ser peor si no ocurre algún tipo de adaptación”, dijo.
Battisti y Rosamond Naylor, director del Programa de Seguridad Alimentaria de la Universidad de Stanford (California), extrajeron ese lúgubre pronóstico de 23 modelos climáticos.
Mediante esos modelos establecieron que existen más de un 90% de probabilidades de que para 2100 las temperaturas en los trópicos y subtrópicos serán las más altas que se hayan registrado hasta ahora.
Los científicos determinaron también los períodos históricos de mayor inseguridad alimentaria y establecieron que es probable que esos períodos se hagan más frecuentes.
Entre los estudiados figuran episodios en Francia en 2003 y en Ucranía en 1972. En este último país una onda de calor sin precedente arrasó las cosechas de trigo y causó una alteración del mercado mundial de ese grano que duró dos años.
“Cuando miramos esos ejemplos históricos vimos que siempre hubo formas de resolver el problema. Siempre había un lugar donde encontrar el alimento”, dijo Naylor.
“Sin embargo, en el futuro, no habrá ningún lugar donde podamos hallar esos alimentos a menos que reconsideremos las fuentes de suministro. Tenemos que reconsiderar los sistemas agrícolas de forma total”, concluye.