Segunda presencia hispalense de la noche con el cuarteto palaciego. La segunda parte languidece con una representación de una familia cuanto menos particular.
Un niño, una niña, su madre y el maestro. Una actuación dificil de encajar y ajustada a las preliminares. Indefinible.
Eso sí, el público se mantuvo respetuoso ante la participación del cuarteto y se salvó de la furia mostrada en anteriores ocasiones, a buen seguro tuvieron suerte. Demasiada. El silencio se mantuvo de principio a fin. Se salvaron de la quema y dejó tocada la noche.