Me resulta imposible llegar a entender la motivación de una persona que pasa de servidor público a bulto sospechoso, una infección purulenta que crece rápido y que pudre todo aquello que le rodea.
Ya es bastante triste e indignante que se use el dinero para cursos de formación de desempleados para engordar a los tuyos, buscando atornillarse a la poltrona mediante una red clientelar de estómagos agradecidos. Ya es suficientemente grave que se les prive a los andaluces de las herramientas que podrían ayudar a sacarlos de su situación de desempleo y desesperanza.
No les ha bastado con destrozar la Sanidad, la joya de la corona, hasta convertirla en una baratija de saldo; han tenido que comprar a golpe de dedazo a toda sanguijuela que tuvieran a su alcance para perpetuarse en el poder. No les ha parecido bastante dejar la Educación destrozada, desprestigiada, bajo mínimos, convirtiéndola en una fábrica de absentismo, de desesperanza, de mentira sobre mentira.
Les parecía poco enfrentarse a otras comunidades del Estado y airear banderas que no eran la suya, no para defender nuestros derechos, sino para sacar réditos en la confrontación interna de su partido.
Además de todo lo anterior, ahora sabemos que son representantes de lo más rancio de este país, herederos de la tradición ancestral del putero, aunque en este caso paga con tarjeta ajena mujeres, alcohol y lo que se tercie. Además de chorizos, apestan a moho, a cuarto de adolescente sin airear, a halitosis de whiskeria y noches en vela. Pegando tiros con pólvora ajena.
Me repugnan; desde la principal cabeza visible al último de los enchufados, pasando por todos los cargos intermedios que adoptaban la pose del egipcio, mano recibiendo por delante, mano recibiendo por detrás, mientras ven que su tierra, el único objetivo de su trabajo, se muere, se ahoga en la inmundicia que vierten sobre ella.
Quizás la frase no sea real, quizás sea solo invención de un lúcido guionista. Pero deberían hacer lo que pidió Willian Wallace a los ingleses: irse todos, desde el primero hasta el último, irse de esta tierra para no volver jamás, porque a cada paso que dan la ensucian. Y en su camino, pegar en cada puerta, llamar al timbre de cada casa, y pedir perdón por tantos años de mentiras, de robos a mano desarmada, por cada vez que pusieron Andalucía en su boca para prostituirla. Puteros.