La Feria de Lola Flores y el cincuenta aniversario de su dedicatoria al caballo forma ya parte de la historia de Jerez. Por segundo año consecutivo se ha celebrado de sábado a sábado, prescindiendo oficialmente del tradicional domingo de clausura, un domingo al que los jerezanos ya venían dando la espalda desde hacía algún tiempo y que terminó por caerse del cartel.
El formato de sábado a sábado parece ya plenamente consolidado y satisface los intereses de la práctica totalidad de los actores de la fiesta. Sin duda ha contribuido a esta circunstancia el hecho de que el lunes fuese declarado festivo aprovechando que este año el día de la Virgen de la Merced -patrona de la ciudad- caía en domingo.
La alcaldesa, Mamen Sánchez, ya ha avanzado la intención del Gobierno local de mantener esa jornada festiva tras el fin de semana del alumbrado, si bien para el próximo año deberá articular alguna otra solución dado que parece improbable que el 24 de septiembre no sea declarada como jornada festiva. Las otras opciones que quedan son que que el día de San Dionisio pase a ser laborable, algo que ocurría hasta hace apenas un par de décadas, o que la Feria se celebre en la primera semana de mayo para aprovechar la festividad del Día del Trabajo, que caerá en martes. Esta alternativa es bastante factible dado que la Semana Santa se adelanta en un par de semanas con respecto al presente ejercicio.
Más allá de lo que pueda ocurrir el próximo año -y a falta de que se empiecen a realizar balances más reposados- lo que sí parece claro es que la Feria del Caballo de 2017 ha confirmado la recuperación económica que ya se apreció hace justo un año.
Por norma general, los ingresos de los caseteros se han incrementado de manera significativa y la presencia de público en el Real también ha sido notable prácticamente durante toda la semana. Eso sí, la Feria parece haber heredado buena parte de aquellas tendencias que el periodo de gran recesión empezó a convertir en costumbre.
El principal legado que ha dejado la crisis es que la Feria comienza más tarde, convirtiéndose en una Feria de sobremesa. El parque González Hontoria empieza realmente a animarse a partir de las cinco de la tarde, quizá también motivado por el hecho de que la edición que acaba de concluir ha estado de algún modo marcada por las elevadas temperaturas que se han registrado a la hora del almuerzo.
Jerez -que va a ser declarada como Capital Europea del Caballo- debe replantearse el futuro del paseo ecuestre, que es una de las señas de identidad de su Feria y que parece mantener de años a esta parte una línea descendente desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo. Los coches de alquiler se han impuesto de manera definitiva, quedando a veces la sensación de que el paseo en enganche es a los mayores lo que a los pequeños sería montar en el tren de la escoba o cualquier otro carrusel.
En años de crisis como los que se han vivido parecía lógico que los caseteros redujeran al máximo sus inversiones y por eso se ha perdonado casi todo durante una década. Parece que llega el momento de empezar a demandar un mayor esmero en la presencia de las casetas, ya que abundan las fachadas que se repiten año tras año y aquellas cuya estética está muy lejos de lo que merece la Feria de Jerez.
Cuestión aparte es la música que se escucha en el interior de la mayoría de las casetas. Es cierto que cada vez hay más posibilidades de disfrutar de flamenco en vivo, pero también que se abusa de las músicas impropias de la Feria por parte tanto de los grupos que actúan en directo como de las propias casetas, convertidas a menudo en meras discotecas desde tempranas horas de la tarde. Y eso por no hablar del elevado volumen de la mayoría de los equipos de música, que hacen que los paseos del González Hontoria libren a diario una guerra de decibelios que no beneficia a nadie.
El botellódromo estrenaba este año nuevo emplazamiento, en los jardines de El Bosque. Hasta este pasado viernes había funcionado razonablemente bien teniendo en cuenta el elevado número de jóvenes que lo utiliza y el consumo masivo de alcohol. Precisamente esa ingesta de alcohol está detrás de la práctica totalidad de los incidentes que se han producido estos días en el Real y su entorno, con lamentables agresiones que empañan la imagen no sólo de la Feria, sino de la propia ciudad.
Con la clausura de la Feria del Caballo, Jerez cierra el ciclo de eventos que abrió la Semana Santa, un ciclo que ha permitido confirmar la recuperación económica.