Desde que las autoridades sanitarias pidieron a la familia de uno de los primeros afectados por coronavirus en la provincia, su mujer y tres hijos, que permanecieran encerrados en casa, las costumbres domésticas variaron por completo. Hay que desinfectar el baño con cada uso y hasta el tirador del frigorífico si alguien abre la nevera.
Loreto de Cózar asume que, una semana después de iniciar la cuarentena, el cubo de lejía y la bayeta estará presente en sus vidas durante una semana más como poco. No se queja. “Estamos cansados -admite- pero no preocupados”. Su marido se encuentra bien. Y los demás no tienen síntomas. “Nos han llamado (del SAS) tres veces al día para preguntar cómo estamos y no ha sido necesario asistencia médica”, aclara, aunque llevan 48 horas sin contacto, por lo que advierte del riesgo del colapso del sistema sanitario.
Admite que la única manera de afrontar la pandemia es el confinamiento. No hay que salir de casa. “Lo hemos visto en Italia, si se hace bien, esto se puede parar”, dice con el aplomo que da su propia experiencia desde lo que llama “la primera línea de batalla”, su hogar. La peor parte es la del foco mediático y “la curiosidad de la gente que ha querido ponernos cara”, lamenta.
“Nos han señalado, esto no se lo deseo a nadie”, agrega. Hasta ahora, han soportado bulos, mentiras, el hostigamiento de las redes sociales, la violación de su privacidad, con fotos circulando por Whatsapp a velocidad de vértigo, llamadas interesadas en lugar de ofrecer ayuda. “La cuarentena que impone Sanidad es dura, pero más dura es la cuarentena que impone la sociedad”, declara de forma lapidaria para resumir el hartazgo de una situación que exige, apunta, responsabilidad.
“Es como si estuviéramos más preocupados en señalar a quienes han tenido el virus que en colaborar en la prevención”, explica. Y cuenta que en el centro educativo de uno de sus hijos ofrecieron información sobre la familia, poniendo un cartel sobre él, generando alarma innecesaria.
Duda, igualmente, sobre la capacidad de evitar los perjuicios económicos. Loreto es autónoma, tiene un negocio de bisutería y ha sufrido también en sus propiar carnes la cancelación de pedidos. Madrid y el Levante han cerrado. Y la suspensión de las fiestas de primavera, especialmente en Cádiz y Andalucía, va a hacer mucho daño. En cualquier caso, solo desea que superemos la fase crítica. Quizá su cuarentena acabe antes que el estado de alerta. Pero cuando al fin “recobremos la normalidad, estoy deseando dar un paseo con mi familia y tomar una cerveza al sol”.